CUARENTENA Vacía. La escuela está vacía. El timbre del recreo está dormido en un descanso sin final. No hay murmullos ni gritos ni risas ni corridas… ni el humo de la leña en el fogón para el mate cocido ni el aroma del café de los profes. Las pizarras, mudas, entrecruzan sus miradas con el trozo de tiza que quedó tirado en el piso. Ni las palomas están en el patio. No hay nadie. La escuela está vacía. No retumba la carcajada de “las chicas del fondo” ni de los tacones de Noelia. Está ausente la música del celular de los preceptores, que hacía más amena la tarea. El mástil, cabizbajo, ensaya su postura para el día del reencuentro. No hay nadie. La escuela está vacía. ¿Adónde se fueron todos? Es la pregunta que se hace, mientras espera en un sueño aletargado en una soledad interminable en una tristeza sin fronteras… que alguien venga para abrir sus puertas
Nélida Miriam Robledo (D.R. – 23 de abril – 2020)